Oscar y las risas

Cuando caminamos por las calles de Ágrafa las ancianas, desde esas sillas en las que toman el fresco, nos clavan sus pupilas cual alfileres a un muñeco de vudú, las amas de casa apagan sus electrodomésticos y se asoman a sus balcones, los niños detienen sus juegos de pelota en la calle, los hombres dejan sus cervezas sobre las barras y salen de los bares para vernos pasar. «¡Mirad al señor A.!», escucho que unos le dicen a otros y otros a unos. «¡No va solo!». Entonces se ríen. Con estruendo y sin disimulo, se ríen. Ojalá se rieran de mí. Pero no, se ríen de Oscar. Y yo no entiendo por qué les produce tanta risa la obesidad de mi erizo.


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2 comentarios :

  1. Amo a éste erizo,me resulta tan tierno, inocente y llevado de tu escritura es alto erizo.
    Tus textos tienen un encanto especial, están vivos!! Te leo y respiro alegría,placer y buen nivel.
    Amapola

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  2. Acabo de llegar a la página, y me encuentro con este personaje, un verdadero hallazgo (no de mi parte, que también, sino del tuyo). Felicitaciones.

    Saludos cordiales

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