Marcelo Q. llegó para ganarse la vida cuando la economía de la ciudad gozaba de buena salud. Tras mucho tiempo dejándose la piel en el trabajo y dando con sus huesos en pensiones y camas calientes del extrarradio, había conseguido instalarse al fin en el corazón de la ciudad. Al poco, nada más sentirse los primeros síntomas de la crisis y aduciendo un grave riesgo de trombosis, las autoridades no dudaron en desahuciar a Marcelo Q., quien desde entonces vaga errático por las arterias principales sin saber qué hacer.
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