Insatisfecha

Que la señora A. es amante del chino que se ocupa de sus dobladillos es vox populi en Ágrafa. También lo es que el chino nada tiene que envidiarle a los latin lovers ni a las estrellas de la pornografía. Alrededor de las buenas dotes del asiático se tejen un montón de conjeturas: que si se deben a su alimentación a base de arroz y bambú, que si son los inciensos que quema en honor a Buda, que si sus genes comunistas. Indescriptible es la furia de la señora A. cuando al ir a la tienda de su amante, como todas las tardes, se encuentra con una extensa cola de mujeres en su puerta, pues ellas también quieren que el chino les cosa, les borde, les zurza y hasta les hilvane las prendas. Entonces la señora A., quien desea tener al chino en exclusiva, las echa, a gritos. Qué vergüenza tan grande cuando el asiático se asoma a la puerta, le dice que se calle y le ordena que se coloque detrás de la última mujer de la larga fila.


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