La callada venganza de los manzanos

Cuando al banquero Kaiser se le murió la mujer, hecha un mar de dudas, quedó consternado y lo único que le consolaba era seguir cuidando el huerto y los manzanos que ella tanto quería. De esa manera, se aficionó al cultivo y llegó a ser un gran experto. Entonces un día se le ocurrió una gran idea: plantar dólares en un trozo de parcela que dejaría libre talando uno de los frutales. Así lo hizo, y pronto los billetes de cien sembrados dieron brotes y se hicieron con rapidez arbustos frondosos que florecieron en seguida. Los frutos que se formaron eran cúbicos como pequeños dados, que al madurar, se desplegaron en preciosos billetes verdes con el tamaño, la textura y el color de las simientes empleadas, pero, para desesperación del pobre viudo, con la cara de Franklin en blanco. Y por mucho que lo intentó, hasta que, hundido, lo llevaron a una residencia, no fue capaz de conseguir frutos completos a pesar de probar a regar las matas con crudo de petróleo, bolsas de sangre, e incluso con una disolución de yenes, euros, libras y yuanes triturados.


¿Quieres leer otra historia al azar?

No hay comentarios :

Publicar un comentario