Oscar y los torreznos

Cuando vivíamos en Buenos Aires mi erizo cuidaba su línea hasta el hartazgo, para ello salía a correr a diario por los Bosques de Palermo e ingería una dieta balanceada de frutas, verduras e insectos. Para Oscar la estética siempre fue muy importante y durante años tuvo una figura envidiable. Pero al llegar a Ágrafa algún ser de alma negra le convidó un torrezno. Mis sospechas están puestas en el banquero Kaiser, pero yo aquí no dije nada. Oscar, ser de alma débil si los hay, se convirtió en adicto rápidamente, y, aunque lo he sometido a no pocos tratamientos, hasta la fecha no he conseguido que se aleje del vicio torreznístico. Entonces ocurrió lo peor: Oscar empezó a engordar. Algunas de sus púas dejaron de caberle, le apareció una considerable papada debajo de su hocico y ni poniéndole una faja he conseguido que deje de arrastrar su gelatinosa panza por el suelo. Cuanto más se ríen de él, Oscar más lo intenta, aunque no lo consigue. Y como quiere defenderse se esfuerza todavía más, pero vuelve a fallar. Es por ello que todos salen a verlo cuando paseamos por las calles de Ágrafa, porque a la gente de esta ciudad le hace mucha gracia que mi erizo no pueda hacerse bola.


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3 comentarios :

  1. Escribís precioso, linda!
    An.

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  2. Me encantó esta historia, cada vez escribes mejor. Bs Tia Toñi

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  3. Me encantaría tener a tu erizo en mi mesa de luz,lo describís con tanta amorosidad que ya lo quiero!!
    Talina

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