Calculó parábolas, resistencia
del aire, velocidad relativa… Trabajó durante varios días, despejó
incógnitas siguiendo V=d/t V=m/s. Una ráfaga inoportuna frustró su primer
intento a la hora de la merienda. Revisó los cálculos, corrigió trayectoria,
peso y densidad, mejoró ligeramente el proyectil y esperó por una tarde sin
viento. Al volver del instituto esa tarde, y observar que las hojas de los
árboles permanecían quietas como una bici sin ruedas, subió corriendo a casa, dispuso
su equipo, se agazapó en la terraza y volvió a repasar las fórmulas. Todo
estaba correcto. La cerilla encendida dibujó la parábola diseñada, la llama no
vaciló en su caer desde el tercer piso, y ahora el moño de Jacinta, la
irritante vecina del primero 27 de la calle Lunga, ardía de un modo encantador.
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