Atún rojo

Como los atunes en la almadraba acudían en manadas, huyendo de las zonas yertas y sin alimento, atravesaban largos caminos, el esfuerzo era titánico, el calor abrasaba pieles y almas. En su largo calvario por aguas fieras, algunos ejemplares perdían la vida (las leyes de la naturaleza). Cuando se acercaban a la playa, a la frontera, a la raya que a alguien caprichosamente se le ocurrió pintar un día, les aguardaban las redes, las cuchillas y los arpones. Como los atunes en la almadraba, pretendían colarse por la red que alguien tejió para que nunca salieran de ella, para que se mantuvieran al otro lado, en su mar de sol y miseria; algunos en el intento morían ahogados o troceados por las cuchillas (conserva humana que exportar a oriente). Como los atunes en la almadraba, se juegan la vida a piedra papel y tijera: un salto que hay que elegir bien. Pero ellos, los que quieren saltar, los que asoman la boca por entre las vallas buscando un aliento, no son atunes rojos en la almadraba. Lástima no poder cambiar de color de piel. Y el Comisario que estaba del lado bueno afirmó: Allí se mueren de hambre y aquí nos mata la vergüenza.


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