Jardín efímero

La mujer recogió el casquillo. Registró los bolsillos del muerto hasta dar con lo que buscaba. Lo guardó en su mochila, miró a su alrededor y se fijó en mí. Dejando un rastro de agujas verdes peinó la nieve con una rama de pino, como si fuera un jardín zen. Continuó así hasta el lindero del bosque y allí se perdió entre los árboles. Abandoné la rama, extendí mis negras alas y volé hasta el cadáver. Llevaba varios días sin comer, decidí comenzar a picotear por los ojos;  me sacié. Mi recién estrenada libertad, me prestó alas nuevas.


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