Dicen los mayores que Ágrafa poseía la biblioteca más fabulosa que ningún habitante o viajero hubiera conocido nunca en la región. La amplitud y variedad de su catálogo atrapaba por igual a niños, hombres y mujeres que, hipnotizados por los saberes e historias que se encerraban entre aquellas cuatro paredes, desatendieron el resto de sus quehaceres. Los campos quedaban sin labrar y las chimeneas de las fábricas bostezaban. Los hogares abandonados lucían marchitos y los perros callejeros holgazaneaban a sus anchas sin críos que les hostigaran. Los caciques y poderes locales probaron de todo: cerrar la biblioteca, repartir televisores gratis entre sus ciudadanos e incluso crear un equipo de fútbol a golpe de talonario. Todos sus intentos resultaron inútiles, la pasión por la lectura había contagiado a toda la ciudad. Finalmente, las autoridades se vieron obligadas a tomar la única medida que permitiría la supervivencia de Ágrafa en el tiempo: abrir un blog y convertir a sus ciudadanos en meros personajes de ficción.
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