El artista terminó la actuación, retiró el maquillaje de su cara, se cambió de ropa y salió fuera del recinto. Se desplazó entonces hasta la zona más populosa de la ciudad, colocó una cómoda silla plegable en la calle, compró una bebida refrescante y se dispuso a ver la representación.
¿Quieres leer otra historia al azar?
Como la vida misma...
ResponderEliminarTodos somos uno y el otro representando las farsas que van tocando. Me gustó tu texto.
ResponderEliminarTalina