Urgencias

—Cómo es que no lo pensó antes, alma de Dios —le dice Furado, el galeno, a la pobre ingresada.
—Porque le quise desde el principio, y pensé que podría cambiarle —contesta la muy malherida.
—Pero, no vio el peligro de alguien tan desconfiado y agresivo, criatura —insiste el solícito curador.
—No podía hacer otra cosa. Le amo y no me importan las consecuencias. Solo quiero sentirle próximo, besarle, notar su cuerpo contra el mío, abrazarle —exclama con ojos enamorados, la paciente.
Sacude la cabeza, emocionado, el buen doctor mientras restaña las múltiples heridas. Qué hermoso ejemplo de entrega sin condiciones, piensa, pero, ¡por dios!, ¿una víbora y un erizo?


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