Años bisiestos

Las botas viejas ya no cubren pies cansados, se usan como maceteros. Los paraguas de colores ya no juegan con la lluvia, dan sombra en verano a diminutas semillas que emergen tímidamente en el parque. Los cerrojos no protegen las casas de ladrones expertos, adornan esculturas en los patios de los colegios. Los coches dejan de emitir molestos ruidos y se convierten en hermosos violines recién afinados. Y es que en los años bisiestos Ágrafa se viste de fiesta, nada es lo que parece y todo parece ser que cobra algún sentido.


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