El hincha acudía disciplinadamente al estadio. Cada semana, subía con devoción a la grada a animar a su equipo y salía emocionado de lo que escuchaba en el campo. Se sentía feliz y querido.
Una tarde, tras un partido sin goles, alguien le explicó. Entonces volvió precipitadamente a su casa, abrió el gas y cerró puertas y ventanas, cuando fue consciente de que no era el único que se llamaba Gol.
Una tarde, tras un partido sin goles, alguien le explicó. Entonces volvió precipitadamente a su casa, abrió el gas y cerró puertas y ventanas, cuando fue consciente de que no era el único que se llamaba Gol.
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